Militantes del Frente Amplio se reúnen para expresar su descontento con los primeros meses de gobierno


Montevideo, octubre de 2025 — A solo siete meses de haber asumido el gobierno, el Frente Amplio ya enfrenta señales de malestar dentro de sus propias filas. Militantes, simpatizantes y organizaciones barriales se reunieron este fin de semana en distintos puntos del país para expresar su descontento con lo que consideran un arranque de gobierno por debajo de las expectativas generadas durante la campaña.

Las reuniones, organizadas por comités de base, colectivos sociales y militantes autoconvocados, tuvieron como eje central una sensación compartida: el gobierno ha comenzado con un tono moderado, sin avances significativos en algunas de las promesas más sentidas por la militancia.

Un arranque que genera dudas

Aunque se reconoce que el Frente Amplio asumió en un contexto complejo —marcado por presiones económicas, demandas sociales acumuladas y un arrastre de deuda del gobierno anterior—, muchos militantes esperaban un inicio de gestión más firme, con señales claras de transformación.

Entre las críticas más reiteradas se mencionan el 1% al 1% más rico, la falta de cambios profundos en ministerios clave, la seguridad, la caja militar, el BPS, así como una postura tajante frente al genocidio de Gaza.

Promesas postergadas

Durante la campaña electoral, el Frente Amplio prometió avanzar en temas como la reforma del sistema de cuidados, políticas activas de empleo, fortalecimiento de la salud pública,  justicia tributaria, salud mental, entre otros. Sin embargo, varios de estos temas no han tenido avances visibles, y eso ha generado frustración entre quienes pusieron el cuerpo en la campaña.

“Nos prometieron una agenda de transformación, pero hoy vemos un gobierno atrapado en la gestión y sin coraje para dar las batallas que hacen falta”, expresó Julio Méndez, militante que participó den una reunión en Canelones.

"No es traición, es participación"

Lejos de ser un movimiento opositor dentro del oficialismo, las reuniones fueron planteadas como espacios de reflexión y autocrítica. La mayoría de los asistentes reafirmaron su compromiso con el Frente Amplio, pero exigieron más escucha desde el gobierno.

Los militantes esperan ser tomados con atención por los dirigentes, recordando además otro de los problemas que se le ha señalado en otros períodos: las fallas en la comunicación con la militancia y de los logro que sí se han obtenido, especialmente en los primeros 15 años de gobierno. Otros, en cambio, minimizan el malestar y consideran que es natural en una fuerza política amplia y diversa, dando s entender que la moderación debe ser el objetivo principal.

Desde la dirección del Frente Amplio se debería evalúa generar instancias de diálogo con las bases antes de fin de año, para encauzar las inquietudes y reforzar el vínculo político en un momento clave para consolidar el nuevo ciclo de gobierno.

¿Un llamado de atención a tiempo?

Si bien la crítica aún es incipiente y no representa una fractura interna, sí refleja una tensión creciente entre el ritmo del gobierno y las expectativas generadas por el triunfo electoral.

Para muchos militantes, el mensaje es claro: todavía hay tiempo para corregir el rumbo, pero no por mucho. “Queremos que este gobierno sea recordado por avanzar, no por administrar la herencia recibida”, resumió un participante de la reunión también en Canelones.

A siete meses de haber asumido, el Frente Amplio enfrenta su primer desafío interno: gobernar sin perder el vínculo con sus raíces. Y, como bien lo saben en su historia, cuando las bases hablan, hay que escuchar.

Participación, identidad y rumbo

El debate actual dentro del Frente Amplio también es una discusión sobre identidad y proyecto político. Para una parte de la militancia, no se trata solo de ejecutar políticas públicas, sino de mantener viva una forma de hacer política que prioriza el vínculo con la ciudadanía, la construcción colectiva y la coherencia ideológica.

Las reuniones de los últimos días han servido para recordar que el Frente Amplio es más que una estructura de gobierno: es una fuerza política que nació desde abajo, con un fuerte componente social, barrial y popular. Y buena parte de su militancia no está dispuesta a ceder ese legado en nombre de la moderación.

Por ahora, estas expresiones de malestar no han derivado en conflictos públicos con la conducción partidaria ni en movimientos orgánicos dentro del Frente Amplio. Sin embargo, el tema ya está sobre la mesa, y probablemente genere reacciones en los próximos encuentros nacionales, tanto a nivel de bases como de sectores internos.

La dirigencia frenteamplista tendrá el desafío de equilibrar las restricciones propias de la gestión con la necesidad de mantener viva la participación política y el compromiso de sus militantes. En definitiva, el éxito del gobierno no dependerá solo de lo que haga el Ejecutivo, sino también de su capacidad para construir un proyecto colectivo donde las bases se sientan parte activa del proceso.

Con solo siete meses de gestión, aún hay margen para corregir el rumbo, reforzar la conexión con la militancia y avanzar hacia los cambios prometidos. Pero las señales de alerta ya comenzaron a sonar.

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