Sobre la escritura

Sobre la escritura, James Joyce literatura


Está ese error habitual de confundir al autor de un texto con el texto mismo. Es un error porque nunca se sabe quién escribe. Yo no lo sé. Eso es así aunque cueste entenderlo.

Ahora, es un ejemplo, son mis dedos los que se mueven sobre el tablero. Eso podría llevar a pensar a alguien que en este instante hay un yo que podríamos llamar Luis Gruss que se está limitando a sacar afuera un discurso interior o un contenido, es decir, algo que el autor, yo, había pensado previamente y que ahora se limita a volcar en este rectángulo denominado pantalla.

Pero no es así. Todo texto es una trama independiente de quien lo compone. Esta última frase, por ejemplo, no sé de dónde salió. La escribí porque se armó al ritmo de la música que impera en el conjunto. Esta última frase tampoco fue pensada. ¿Música en el conjunto? Algunos lectores se equivocan y después de leer suponen que hay un hombre, yo, al que le sobran ideas y por eso escribe mucho en un blog, éste, que no visita nadie.

Tampoco esta última línea formaba parte del plan. No había plan. La única idea que sobrevuela este lugar es que el autor tiene poco y nada que ver con su discurso. Mi vida es intrascendente. No hay hechos notables que puedan contarse acá. En un rato saldré de esta casa rumbo a otra, el cambio no significará nada, pero seguramente, mientras pedaleo, porque es verdad que me muevo en bicicleta, aparecerá alguna frase de esas que irán a parar a un posteo futuro y después veré como sigue todo. Quise explicar la confusión pero no pude. O no pudo quien escribió esto que no sé quién es.
L.

Sin intención

Sé que entre los que se animan a meterse acá están los que aspiran a plantar un árbol, tener un hijo y, por sobre todo, escribir un libro. ¿Un libro sobre qué? Pensemos, por pensar algo, en una novela. ¿Cómo se hace? Obviamente no hay respuesta para semejante pregunta. Cortázar tiró una punta cuando comparó a la novela con una película que se derrama hacia los costados y al cuento con una foto, es decir, sin derrame. Pero pueden decirse otras cosas como las que siguen. Escribir no es un trabajo cotidiano o natural. Al contrario. Para contar una historia, inventarla, y encima hacerlo bien, hay que hacer pedazos "lo natural" y nadar contra la corriente.

La corriente nos lleva a distraernos con todo tipo de entretenimientos. Uno de ellos está obviamente en las redes sociales. Pero los rituales de postergación son diversos: abrir la heladera, cerrarla, hablar dos horas por celular, viajar de manera constante, etcétera. Lo primero es  animarse a pensar siempre en el asunto. Día y noche como si se tratara de una obsesión. Escribir un libro es como incubar una enfermedad, como enamorarse, como viajar sin boleto de regreso. Fatalidades. Lo otro al escribir una novela es olvidarse para siempre de lo literario, lo poético, lo pretencioso y culto, lo que suena a literatura consagrada. Esto último, escribir sin intención, es fundamental. ¿Para escribir un libro estamos obligados a ser claros? En absoluto. ¿Debe contarse la vida como es o como nos gustaría que fuera? ¿Hay que escribir solamente sobre lo que se conoce? No es fácil saber lo que se sabe.

Hay expresiones no muy claramente entendibles pero sirven para decir cosas fuera de lo establecido. No conviene subestimar a los lectores. No son tan estúpidos como se cree. Otro punto. Los libros se escriben con palabras. Y si no son las palabras precisas (la sonrisa perfecta) el esfuerzo no dará frutos. No se escriben libros con ideas, con buenos deseos, con principios y valores morales, con mensajes a la población. Se escriben pura y exclusivamente con palabras. Y con estilo, es decir, la voz propia del autor. Su forma. En los buenos libros la trama y los personajes también se construyen con palabras.

A veces los personajes son árboles, casas, montañas, silencios. En La Ilíada, el más antiguo de los libros, ya está marcado el camino. ¿Las novelas se escriben para divertir a la gente? No es para eso que se escriben. Tampoco para aburrir. Para escribir una novela se empieza con las cosas de todos los días. Comer, dormir, soñar, lavar los platos, hacer el amor. Lo que importa viene después. Una última cuestión. No se escribe para copiar la vida. Tampoco para contar hechos y adornarlos. No se hacen libros con hechos ni tampoco se escriben para "embellecer" lo sucio. Lo que importa (dijo Onetti) es el alma de los hechos.

De pronto el milagro sucede. Uno empieza a escribir, cierra los ojos y, finalmente, escucha una voz potente y certera que está fuera del tiempo y nos habla en voz muy baja.
L.

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