Cuidando mis sembradíos - Por: Henry Carmona Mendoza

Cuidando mis sembradíos -  Por: Henry Carmona Mendoza - libro

¡Ojalá sea pronto un libro!


En el campo siembro maíz,  frijol, calabaza y chile, y trato de combatir a toda plaga y animal dañero que afecte mi siembra y cosecha. Pero lo que me indigna es que también hay plaga humana en la noche robando mi cosecha mientras duermo.

Esto me ha obligado a permanecer veinticuatro horas seguidas en mi plantío, hasta que todo el grano sea levantado. Por causa de los ladrones vivo aislado  sin vida social, cuidando la siembra. En el día trabajo y en la noche vigilo,  teniendo por compañía a mi perro y mi asno. Por víveres no me detengo, la misma naturaleza me da de comer. Corto unas guías de calabaza y preparo un rico caldo, o voy por chepil; si quiero comer carne, tomo mi escopeta, pero sin comer no me quedo. 

Tortillas, aprendí a hacer cuando mi esposa estuvo enferma, aquí tengo mi comal de barro dentro de una sencilla pero acogedora casa de otate.

En las tardes, mi pasatiempo es ver la lluvia caer, el sol ocultarse y contemplar la neblina. Un pequeño radio de pilas me entretiene y me mantiene al tanto de las noticias. Escucho las aves y los grillos cantar. Junto leña y cocino en mi estufa de tierra, no tengo luz, pero me basta la luz del sol en el día, y como la noche es para descansar, la oscuridad me ayuda a dormir. No tengo cama de colchón, solo un tapesco de otate con unos costales de ixtle encima, donde descanso, aunque duermo con un ojo cerrado y el otro abierto, atento a cualquier ruido.

Los ladrones no han aparecido desde hace varias noches, tal vez se percataron de mi presencia o alguien les echó el pitazo.

Mejor así, ya pronto cosecharé y terminará mi estancia en este lugar, donde zancudos y moscos no dejan de molestarme.

Una noche escuché ruidos, pero no era el de los ratones, sino de pasos de caballo. Seguí al animal y vi a su dueño cortar elotes a toda prisa. Con la ayuda de la luz de la luna, subió dos costales llenos en el lomo de la bestia. Se disponía a retirarse, mas yo lanzé unos disparos con mi escopeta, tratando de no pegarle. Le pegué a la carga, y él huyó despavorido.

Al día siguiente, un amigo me comentó que mientras piscaba su mazorca, trataron de dispararle, en plena luz del día, pero al analizar que su relato era muy parecido al de anoche, empecé a sospechar de él pero sin culparlo, porque aún no podía obtener pruebas de que él se pretendía robar mi elote; lo curioso del caso es que ese amigo pasaba por el camino junto a mis terrenos, con su asno con carga, pues era arriero, mas al verme me saludó de manera rara y me platicó su historia. Después siguió su camino, muy nervioso.

Pero por lo pronto, estaré aquí unos días más hasta que mi trabajo termine, y estaré tranquilo porque quien intenta robar, no logrará hacerlo.

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